¿Te beneficias del dinero social?

Es un dinero que tiene mil caras y normalmente está oculto hasta que lo descubres y averiguas como beneficiarte de él.

Es un dinero que tiene mil caras y normalmente está oculto hasta que lo descubres y averiguas como beneficiarte de él.

Si no lo sabes, la sociedad pone a tu disposición un montón de dinero y, a poco que te muevas, puedes beneficiarte muchísimo de ese dinero que no pertenece a nadie y pertenece a todos. Es un dinero que tiene mil caras y normalmente está oculto hasta que lo descubres y averiguas como beneficiarte de él.

No es un dinero que puedes coger y quedarte con él para meterlo en el banco sino que es un dinero más bien virtual del que puedes beneficiarte. Unas veces se manifiesta en forma de ahorro que consigues, otras veces puede aparecer en forma de dinero que te prestan y otras veces puede ser simplemente no tener que pagar por realizar una actividad.

Voy a proponerte algunas ideas de cómo puedes beneficiarte de ese dinero social. Es un buen momento para plantearte cómo ahorrar dinero sin dejar de hacer las cosas que haces habitualmente. La respuesta está en usar el mayor capital que tiene la sociedad digital en la que vivimos: la sociedad en sí misma. Aquí tienes algunas ideas sociales para hacer tu vida un poco más económica y, a la vez, social.

Intercambio o trueque de servicios

¿No conoces los bancos de tiempo? Hay muchos en España, te explicaré con un ejemplo como funcionan.

Imagina que un electricista, un fontanero y un mecánico están apuntados a un banco de tiempo. El electricista necesita cambiar el aceite de su coche y se lo lleva al mecánico que se lo cambie gratis (con la condición que el electricista aporte el aceite y el filtro del aceite o se lo pague al mecánico pues eso no es un servicio). En el banco de tiempo, el electricista deberá media hora de trabajo y el mecánico ganará media hora de trabajo. El fontanero es requerido entonces por el mecánico para desatascar una tubería del taller que se ha quedado atascada y el fontanero gana media hora de trabajo y el mecánico pierde media hora de trabajo. Luego el fontanero necesita poner un enchufe en su casa y llama al electricista para que se lo coloque (con la condición que el fontanero tenga preparado el enchufe y el cable necesario o pague al electricista su valor porque eso tampoco es un servicio). En el banco de tiempo el electricista gana media hora de trabajo y el fontanero la pierde de su saldo.

Como vemos, tres personas distintas han hecho tres trabajos para tres personas diferentes pero todos se han beneficiado de su media hora de trabajo y al final nadie debe nada a nadie. En vez de cobrar por lo que saben hacer, lo hacen gratis a cambio de que otros hagan para ellos otras cosas que los primeros no saben o no pueden hacer.

Otro ejemplo sería el caso de que alguien dedique muchas horas a cambio de un servicio más complejo. Por ejemplo, un asistente social puede cuidar al anciano padre de un pintor tres horas diarias durante un mes, sin cobrar nada, a cambio de que el pintor le pinte el piso entero al asistente social.

En unos tiempos donde el paro cabalga a sus anchas y donde la gente tiene poco dinero los bancos de tiempo son una buenísima opción para ir tirando con la ventaja de que nos ahorramos el IVA de los servicios que nos prestan porque todos los servicios se prestan gratis.

Un banco de tiempo es un sistema de intercambio de servicios por tiempo. En él la unidad de intercambio no es el dinero habitual sino una medida de tiempo, por ejemplo el trabajo por hora. Es un sistema de intercambio de servicios por servicios o favores por favores. Propone la ventaja de fomentar las relaciones sociales y la igualdad entre distintos estratos económicos. Se plantea el uso de este tipo de economía para solucionar diversos problemas presentes en la economía de mercado, a modo de economías complementarias o mercados alternativos. Y lo mejor de todo es que Hacienda no puede hincar el diente.

Ahorro compartido

Tienes infinidad de opciones de ahorrar de forma compartida. Si ahorras unos céntimos aquí, unos euros allá y algunos billetes de propina, al final del año puede llegar a suponerte una cifra astronómica.

Un ejemplo son las iniciativas que promueven construir redes de WiFi social. La idea es compartir una parte de tu señal con otros clientes. A cambio, como estarás imaginando, tendrás acceso libre a la WiFi de otros clientes como tú. Tú prestas tu WiFi en tu parte de la ciudad y te beneficias de otras WiFis cuando te mueves por la otra punta de la ciudad.

Existen también los llamados clubs de compra o servicios de compra comunitaria. ¿Cómo funcionan? Negocian precios con mucho descuento con proveedores a cambio de vender determinada cantidad. Algo así como: “si os llenamos el teatro este fin de semana nos dejáis todas las entradas al 70% de precio”, y los dueños del teatro, sabiendo que con tanta crisis llenar el teatro es casi un milagro, contestan: “De acuerdo, aceptamos”. Publican la oferta y el ingente volumen de usuarios se va apuntando a ir al teatro hasta conseguir el objetivo marcado. Gana el teatro porque consigue llenarse, gana el club de compradores porque cobra una pequeña comisión y ganan los asociados al mismo porque sacan un buen precio y ahorran dinero que pueden dedicar a otras cosas.

No es lo mismo ir a comprar un televisor, que nos costará un ojo de la cara, que ir mil personas a comprar todas juntas mil televisores. El descuento que se puede conseguir puede ser de hasta un 50-60% en algunos casos.

Si te gusta viajar pero estás en el paro y no tienes ingresos puedes explorar la posibilidad de hacer couchsurfing. Consiste, básicamente, en que prestes el sofá de tu casa o una cama que te sobre a cualquier viajero de una red social de viajeros que quiera conocer tu ciudad. A cambio, tú podrás hacer lo propio. Ganas dos cosas: posibilidad de hacer amigos y de conocer lugares sin tener que pagar alojamiento.

También existen los clubs de conductores que se plantean compartir transporte. A todos nos gusta ir a trabajar en coche, pero además de ser caro y altamente contaminante, es una estupidez contribuir a los atascos de las grandes ciudades usando un coche para transportar a una sola persona. Para problemas así surgen iniciativas como los clubes de conductores: dices de dónde a dónde vas e intentas encontrar compañeros de viaje para abaratar costes. Cuatro o cinco amigos que se pongan de acuerdo en llevar cada uno su coche un día distinto supone mensualmente un ahorro enorme si lo comparas con llevar todos los días tu coche. Igual sucede con los viajes compartidos entre ciudades (con la ventaja añadida que tienes gente con la que charlar mientras se va despejando el atasco y así no matas el aburrimiento pitando al de delante)

Si sólo puedes ir en coche al trabajo muchas veces estás condenado a alquilar una plaza de garaje. Eso es un serio problema dado el abultado precio que tendrás que pagar, pero que puede tener una solución sencilla: si sólo usas esa plaza de garaje mientras trabajas intenta realquilarla durante las horas en las que estás en tu casa y la plaza está vacía. A su vez puedes alquilar tu propia plaza de garaje a una persona que trabaje por tu barrio mientras tú trabajas en la otra punta de la ciudad.

Para trabajar, te daré una idea más: el coworking ¿Qué es eso? Básicamente consiste en compartir espacios de trabajo generando sinergias. Se podría traducir como alquilar entre varias pequeñas empresas una oficina grande y bien ubicada, pagando así menos entre todos y, a ser posible, buscar negocios que puedan ser útiles al tuyo y viceversa. Es una buena manera de nutrirse entre todos y ahorrar.

Los emprendedores muchas veces empiezan buscando cobijo en un vivero de empresas, lugares llenos de despachos, generalmente de la administración pública, que se ceden a muy bajo coste a emprendedores y proyectos emergentes para que puedan desarrollar sus actividades. Disponen de lugares públicos compartidos como salas de reuniones y servicios comunes desde impresoras o fotocopiadoras a ADSL o WiFi compartida y asesorías económicas. Suelen ser un lugar ideal para que un emprendedor pueda disponer a bajo coste de recursos inalcanzables para alguien que empieza.

También se pueden alquilar en común almacenes para almacenar nuestras mercancías junto a las de otras empresas sin incurrir en el enorme gasto que nos supondría alquilar una nave industrial para nosotros solos.

Financiación social

Y, para acabar, tenemos a un emprendedor cómodamente instalado en una oficina comunal y barata. ¿Qué necesitamos ahora? Dinero, claro. Introducimos una nueva palabreja relacionada con el dinero social: crowdfunding. Esto es buscar financiación, pero no de un único capitalista, sino de multitud de donantes. Imagina que tienes una idea y la subastas y que hay gente dispuesta a aportar una pequeña suma de dinero para que la lleves a cabo. Imagina que necesitas 10.000 euros, pero nadie va a ponerte ese dinero en la mesa. Entonces buscas mil personas que pongan diez euros cada uno o diez mil que pongan un euro cada uno. Eso es crowdfunding.

Otro ejemplo de financiación social es la coedición de libros. Quizá te gusta escribir poesía pero cuando has pedido precios en una imprenta para publicar tu libro de poesía poco menos que has descubierto que tienes que empeñar el hígado para pagar la edición. ¿Pero qué pasa si os ponéis diez poetas de acuerdo y publicáis un libro en común? Cada uno aportáis un poco de dinero y así vuestro sueño de publicar se hace realidad sin que nadie tenga que asumir todo el coste. Además, os daréis a conocer como grupo de forma simultanea, con lo que el esfuerzo que hace cada uno para promocionar el libro revierte a todos los demás por igual.

Estas que he citado son sólo algunas de las múltiples formas que puede adoptar el dinero social y solamente he mostrado la punta del iceberg. Te invito a descubrir otras por tu cuenta y a compartirlas con todos nosotros.